Ha
sido planteado un método para la construcción de poemas
[¿Cómo escribir un poema?, 3 de Agosto de 2014]. Además, ha
sido demostrado que a partir de los 8 pasos sugeridos es posible
construir cualquier poema, es decir, que el método expuesto es
suficiente para expresar cualquier tipo de idea con
cualquier tipo de poema. No tanto por el orden de los pasos, sino
por los elementos que componen a los poemas, se admite dicha
suficiencia. Brevemente serán señalados los pasos del
método:
- Pensar en algo para escribir. Donde se establecen las ideas que expresará el poema.
- Elegir un ritmo (la métrica). Donde se establece la distribución de las sílabas en los versos (las frases del poema).
- Escribir el primer verso. Parafraseando a Paul Valéry, si el trabajo proporciona los trece últimos versos del soneto, el primero nace de la inspiración y sólo de ella.
- Escribir el segundo verso, respetando el ritmo establecido.
- Decidir de cuántos versos constará cada estrofa (cada párrafo poético).
- Decidir la estructura de la rima (la repetitividad de los últimos sonidos en cada verso). Terminar de escribir la primera estrofa.
- Verificar la sonoridad de la estrofa escrita leyéndola en voz alta y corrigiendo (reescribiendo los versos) lo que se escuche desagradable.
- Escribir las estrofas faltantes y verificar la sonoridad del poema completo, corrigiendo las partes que sea necesario cambiar.
En
dicho método es posible encontrar los elementos presentes en
cualquier poema. Dicho de otra forma, observando los requerimientos
en cada paso es posible entender de qué recursos se vale la
Poesía y, en sí, qué la fundamenta.
Han
sido señalados en negritas e itálicas los conceptos
elementales. Queda necesario tener «ideas», o una
filosofía por expresar. Se requiere de un
«ritmo», o de una distribución
de las sílabas a
través del tiempo.
También se necesita escribir, es decir, la retórica,
la forma de usar las palabras, es imprescindible. Otro elemento de la
Poesía es la «rima», o bien, la forma en que el
sonido se distribuye en el espacio escrito que
ocupa el poema. Nótese, sobre todo en los poemas modernistas,
que la rima es independiente del ritmo, aunque se complementan
mutuamente, con mayor notoriedad en los poemas clásicos.
Finalmente, la Poesía será escuchada por alguien más
y debe ser comprensible, de tal forma que se requiere de efectos
para la comunicación.
Todo
esto constituye el esqueleto de los poemas. Para agruparlos
esquemáticamente se ha tomado una estrella de 5 picos, que
igualmente podría ser un pentágono
de la Poesía:
Cada
componente es controlado por medio de algún objeto. Por
ejemplo, el tiempo se controla con el número de sílabas
de cada verso, o el espacio se controla con el tipo de sílabas
al final de los mismos. O bien, si no se controla el objeto en
cuestión, es una forma de control ya no regida por el ser
humano plenamente, sino regida por la naturaleza misma del texto
redactado, de manera espontánea, ya no premeditada en todos
sus aspectos.
Entonces,
la Poesía depende de la presencia o ausencia de control de
diferentes objetos que serán asociados a una estrella, o
también pentágono, similar al anterior:
Así,
por el hecho de cambiar en un poema alguna de las características
de alguno los objetos señalados, sea voluntaria o
involuntariamente –aunque el simple hecho de escribir un poema
lleva una intención de antemano–, se obtiene un poema
diferente. Existen formas ilimitadas de lograr dichos cambios y es
ahí donde el poeta encuentra su trabajo y su inspiración.
Un
caso notable es el poema «La Serenata», de José Manuel Marroquín:
Ahora
que los ladros perran,
ahora
que los cantos gallan,
ahora
que albando la toca
las
altas suenas campanan;
y
que los rebuznos burran,
y
que los gorjeos pájaran
y
que los silbos serenan
y
que los gruños marranan
y
que la aurorada rosa
los
extensos doros campa,
perlando
líquidas viertas
cual
yo lágrimo derramas
y
friando de tirito
si
bien el abrasa almada,
vengo
a suspirar mis lanzos
ventano
de tus debajas.
[fragmento
de «La Serenata»]
Cuando
se pensaría que ya no existen maneras de hacer cambios en las
palabras, tan inamovibles en el diccionario, lo mismo que las reglas
gramaticales que dignifican su uso, según las Academias de
Lenguas o instituciones afines, José Manuel Marroquín
muestra que sin romper con todo ello es posible ejercer un control
sorprendente desde la retórica; con mucha más razón
es posible explotar la creatividad –que es el acto de pensar de
manera diferente a la establecida, de generar cambios– desde la
filosofía, o el espacio, o el tiempo, o las formas en que el
poema será leído. De estas últimas ya suelen
efectuarse recitaciones corales o lecturas individuales de un mismo
poema, el cual termina por ser dos tipos de poemas diferentes porque
sus efectos de comunicación asimismo lo son.
Entonces
la Poesía tiene un poder expresivo ilimitado, apenas sujeto a
nuestra voluntad o nuestra desidia para algunas cosas. Porque
involuntariamente guardamos silencio cuando estamos callados en la
cotidianidad y, sin embargo, estamos ejerciendo un control de las
palabras que no están siendo dichas: todos hablamos o callamos
poemas queriéndolo o sin quererlo. Incluso una pintura, que
también carece de palabras, que también carece de una
forma de distribuir la rima, que carece de ritmo, y se lee siempre en
silencio porque sólo se ve, y pudiendo representar que no se
deseaba representar nada en particular, es una forma involuntaria que
termina por construir un poema extraño a partir de cada
omisión.
¿Por
qué la Poesía puede ser todo? ¿Por qué la
realidad tal cual la concebimos es sólo un matiz poético?
Porque la Poesía es suficiente para expresarlo todo, cualquier
tipo de idea en cualesquiera que sean las formas posibles. Si de
momento alguien quiere representar una emoción, una imagen, o
cualquier otra cosa, por medio de palabras, rima y ritmo ordinarios,
tal que se forme un soneto, entonces será sólo una
interpretación de la realidad desde un ángulo, y será
una visión válida. Pero a nadie se le niega la realidad
y cualquier poema es concebible, de la misma forma que uno lo ve todo
al tener los ojos abiertos, sin poder seleccionar las imágenes
que deseamos ver: miramos lo bello mientras lo también miramos
lo feo rodeando a lo bello, tan sólo para lograr apreciar las
diferencias entre beldades y fealdades, y saber así entender
cuáles son unas y cuáles son otras.
Un
retrato de alguien querido puede transformarse en poemas. Un suceso
también. Sin embargo, el retrato y el suceso en sí
mismos son poemas, sólo que vistos desde corrientes poéticas
divergentes de las corrientes clásicas. Incluso la misma
Poesía puede verse como objetos reales, y no con la palabra
«Poesía»: suele ser representada universalmente
como la flor –de menos la flor– y el canto. Entonces se enunciará
el siguiente principio literario, a manera de teorema deducido con
argumentos lógicos constructivistas (los 8 pasos de «¿Cómo
escribir un poema?») e intuicionistas:
La
realidad se conforma de manera
necesaria y suficiente a través
de la Poesía.
Sin
afán de sonar levemente ingenioso, este principio es derivado
de la mera observación científica del fenómeno
lírico. Así, en realidad cualquier forma de expresión
o inexpresión es una forma poética. Casos anteriores,
de personas quizá intuyendo esta conclusión, existen.
Basta la contemplación de las fórmulas matemáticas
cuya escritura adquiere cualidades bellas de manera misteriosa. El
principio enunciado es en realidad una explicación directa de
ello: cada símbolo matemático abrevia alguna palabra o
algún concepto que, de cualquier forma, puede expresarse con
palabras. Entonces, cada expresión matemática es un
reducto lógico de palabras abreviadas. Y dado que la Poesía
se vale de palabras, cada expresión matemática es un
poema sin rima, sin ritmo, quizá, pero con efectos de
comunicación tan eficaces que permiten incluso demostrar una
distribución estética de los símbolos empleados,
a la vez que interpretan fielmente a la realidad.
Las
fórmulas matemáticas pueden reescribirse como poemas
clásicos sin que éstas pierdan su rigor lógico
y, lo que es más, adquiriendo otros formatos sensitivos. A
partir del principio observado, tampoco es de extrañarse que
el desprecio dado a la Matemática también sea dado a la
Poesía, quizá con mayor ahínco respecto a la
anterior. Citando a Harry Martinson, tanto la Poesía como la
Matemática «hablan un idioma que se adivina»
[Poema. 1931,
de Harry Martinson] y son difíciles de entender. Por tal
dificultad ambas son repudiadas: la primera es temida por ser
imprescindible en los estudios escolares; la segunda es simplemente
ignorada por casi todas las personas en el mundo.
Dicha
complejidad impuesta a la Poesía (y a la Matemática,
aunque al final ambas son matices de lo mismo) ocurre como con la
persona que no gusta del baile porque no sabe bailar, o de la persona
que no gusta de algún platillo porque ni siquiera lo ha
probado alguna vez en su vida. Esto es, la Poesía es rechazada
porque casi nadie (si no es que nadie) enseña a leer la
Poesía, mucho menos alguien la aprende a leer. Lo mismo vale
para el Arte, en general, y menos para la Matemática. El caso
es, para leer la Poesía sólo se necesita, retomando a
Harry Martinson, adivinar. Con más precisión, se
requiere suponer
qué es lo que el poeta quiso decir, además de poner a
prueba dicha suposición para saber si es correcta o no.
Con
las adivinanzas ordinarias, la mayoría escritas con rima y
ritmo explícitos, se pretende averiguar a qué se
refiere la parrafada enunciada. De la misma forma se lee la Poesía,
a riesgo de caer en las mismas frustraciones que ocurren con las
adivinanzas ordinarias por no lograr entender el significado del
texto. Y, lo que es más, con la Poesía llega a ser más
frustrante porque no existe, como suele haber en los libros de
acertijos, un solucionario explícito tras leerse el poema. Lo
más fácil es abandonar la Poesía, hacer de
cuenta que no existe, pero se ha demostrado que está en todas
partes y que la construimos todo el tiempo: no podemos escapar de
ella.
Es
más fácil, no obstante, a diferencia de las adivinanzas
ordinarias, que los poemas puedan ser entendidos: es suficiente
colocarse en el sitio del poeta, preguntarse seriamente qué
quiso decir y porqué, para saber el significado de los versos,
si los hay, o de la pintura, o de la escultura, o de las fórmulas
matemáticas, o de cualquier matiz poético. No existen,
a diferencia de lo que suele creerse, muchos significados: sólo
existe un significado. Así como sólo se tiene un
cúmulo de ideas en un poema, así como sólo un
poeta escribe el poema (aunque puede haber poemas escritos por dos
personas), y así como las palabras no suelen tener múltiples
significados (aunque sí múltiples acepciones), es que
el poema no tiene muchas perspectivas, sino sólo una. Si bien,
cada quien puede entender (interpretar) lo que quiera, no todas las
formas de leer un poema son correctas: sólo hay una forma
correcta y es la que el autor decidió exhibir. Esto puede
observarse en los pasos de «¿Cómo escribir un
poema?»: se deciden versos, rima, ritmo, una sola forma de cada
objeto de la Poesía, y no se tiene la indecisión de
intentar varias cosas a la vez, a menos que sea la indecisión
una decisión de todas formas.
La
Poesía se lee, consiguientemente, como se escuchan las frases
más comunes y cercanas a la cotidianidad. Al preguntarse «¿Qué
hora es?» no se entiende «¿Cuántos patos
hay?», sino que se entiende «¿Qué hora es?»
y uno responde lo que el reloj señale. En el mismo sentido, si
el poema dice «Tengo en mí como una bruma» [Tenho em mim, de Fernando Pessoa], no es factible asumir que el
autor se sienta feliz, ni que el encanto rítmico y de la rima
sean muestra de dulzura. Si Pessoa enunció que “tenía
en él como una bruma”, hay que intentar imaginar cómo
se sentiría una bruma dentro de uno, y así distinguir
que lo nebuloso de esa bruma sólo sirve para ocultar algo que
se desea ver: Pessoa se sentía confundido, tal y como se
siente el conductor de un automóvil que atraviesa la niebla en
la carretera.
De
la misma forma puede leerse toda la Poesía, intentando hallar
el verdadero sentido de las palabras del autor. Y si no hay palabras,
el verdadero sentido de las imágenes. Y si no hay imágenes,
el verdadero sentido de cualquier actitud que tome cualquier persona:
todas las actitudes tienen un motivo, incluso el no querer tener
motivo alguno es razón suficiente para llevar a cabo alguna
acción. En toda la Naturaleza, en todo el Universo hay Poesía
que sólo hace falta saber encontrar.
15
de Agosto de 2014
[Esta entrada participa en la XI Edición del Carnaval de Humanidades alojado por @ScientiaJMLN en el blog SCIENTIA]